La posibilidad de sellar tecnológicamente el sonido con el fin de hacerlo perdurar ha sido siempre una fantasía de todo compositor y no menos de cualquier intérprete. Cada pieza grabada, cada anacrusa filmada, es ahora en el extravío de los años un verdadero desacomodo del envarado concepto espacio-tiempo.
He tenido la fotuna de poder dar registro de muchas de la poesías sonoras que fuimos decantando en iglesias y salas de concierto con la ininterrumpida complicidad del grupo HIPPOCAMPUS y la discográfica ARSIS; he aquí una pequeña muestra de este trabajo entre amigos.